Entrar en tus pensamientos, es encender la luz de un hotel de carretera ardiendo, lleno de parejas gimiendo de placer. Luego la apagas y te dejas querer como sólo los que reconocen un refugio inseguro saben hacerlo.
Hacerte el amor es como entrar en una playa de una isla poblada por adolescentes curiosas, dónde incluso las olas te ponen cachondo. Luego se desata la bestia, la que, al amanecer, aprieta por que sabe que queda poco, la música rompiendo todo menos tus gritos, y el desayuno servido rápido para el último antes de marcharnos.
Ni te conozco ni quiero hacerlo. Con saber como bailas samba me basta. Luego le pongo nombre al deseo y dejo de saborearlo tanto; se ama más intensamente cuando sabes que el cuerpo que te hunde las uñas en la espalda, después desaparece para que tengas el resto del tiempo para preguntarte si fue real lo vivido o es falso el resto de lo que pasó por tu cama.
Tranquilo, animal, que ya tienes tu parte por un tiempo.
Que gire la vida que, como siga así, me alojo una cámara en el hombro porque como cuente todo lo que me pasa pierdo la escasa credibilidad que me queda.
Bueno mejor no lo grabo, me lo reservo que así mola más.
No aparezcas más que no puedo moverme y tu casi no podías bajar las escaleras...
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