lunes, 3 de diciembre de 2007

Incluso en estos tiempos

Hay promesas de paso, luces de colores que tiñen tu vida durante un tiempo y luego desaparecen para no regresar. Desgraciadamente, eso no ocurre con las luces navideñas que cada año encienden antes. Hay libros que revelan maldiciones, desastres futuros, el tan ansiado holocausto. Hoy, incluso en este momento, un grupo de visionarios se refugia en una cueva junto al Volga con cuatro toneladas de comida esperando que llegue el fin del mundo. La verdad es que si tuviera el menor resquicio de duda al respecto, lo que jamás haría es encerrarme para morir con un bote de Nocilla y sin pan de molde cerca.

Pero yo no dudo que caminamos hacia el fin, ya sea porque un loco de esos que nos sobran en el poder quiera probar el alcance de los nuevos misiles en el nombre de su dios, o de su dinero, o simplemente por el desgaste de millones de habitantes mirando su pijo y destrozando, fabricando, emitiendo y devastando.

Tampoco dudo en mi propio fin que se me asemeja al fin de los tiempos, por lo menos en lo que me concierne.

Y hablando de tiempo y fines, esta mañana me levanté en Lavapiés, donde malvive trapicheando uno de los tres reyes magos y acabé en medio de una niebla londinense delante del edificio, cárcel voluntaria, dónde trabajo. De nuevo, un atentado horrible durante el fin de semana, el centro atestado de peña comprando y esa sensación extraña que me produce la avalancha humana cuando cada año te sientes menos identificado con las fiestas populares y más con las de dos que, ocasionalmente, me regalan los dioses. Menos con la sociedad y más con la jungla.

No quiero hacer balance del año, primero por que casi me queda un mes por vivir y aguantar la náusea de los villancicos cantados con voz de eunuco, las mesas repletas de animales muertos, el precio de los regalos por las nubes… Y teniendo en cuenta a la ostia que se producen las cosas en mi vida, un mes puede ser mucho para cantar victoria. Además, prefiero terminarlo con una fiesta en el sitio que sea, alzaré mi copa por el final del 2007, uno de los mejores brindis que me depara este año, que llamaré Terribilis por toda la bilis que me ocasionó. Me queda un mes para mandarte a tomar por el culo 2007.

Sé que puede ser peor. Eso ya lo he aprendido, pero igual funciona la probabilidad y de tanto puteo, cambia el sino y viene algo bueno. Igual el año que viene llega el ejército de ángeles del cielo y nos extermina por cabrones al ritmo de las trompetas del juicio final, tocando la melodía de los payasos de la tele: “había una vez...”

Voy a intentar escapar de todo esto y terminar el año de cualquier manera menos viendo a Ramonchu con el vestuario del conde Dracula despidiendo el año y memorizando el número de campanadas, no sea que volvamos a cagarla en el recuento de los cuartos más doce.

A mi nunca me sobraron uvas, no me faltó algo de oro en la copa, besé primero a un hombre, llevé un lazo y rosa y los gallumbos rojos nuevos. Visto lo visto, espero este año empezarlo follando al ritmo de las campanadas. No se si traerá buena o mala suerte, pero seguro que es más divertido.

¡Hale! ¡A beber más que los peces en el río!

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