
Lo siento dentro de mí desde hace años, y cada vez más fuerte. Al principio, tuve la inmensa fortuna de conocer algo diferente en mi hogar, cosa que, por lo general, es difícil en este país. Mi madre ya era vegetariana y adoraba a los animales cuando yo era pequeño. También, durante muchos años, conviví con animales en casa -como muchos de nosotros-, y me sirvió para poder entender que sienten muchísimo más de lo que me enseñaron. Mejor dicho, de lo que no me enseñaron, porque en ninguna parte, cuando yo era pequeño, me enseñaron qué sienten los animales.
Después, al cabo de los años, y por razones completamente espirituales, aprendí que la vida es preciosa, que cada experiencia vital cumple un ciclo personal y un ciclo dentro del universo y que nadie tiene derecho a determinar quién o qué puede vivir a su antojo. Yo creo profundamente en la evolución, creo que, más allá del horror en que vivimos, en algún momento entenderemos que no somos la especie superior que creemos, porque no existe ningún animal tan estúpido como para acabar con su hábitat, consigo mismo y el resto de las especies, y pensar, mientras lo hace, que está a la cabeza de la cadena evolutiva.
Pienso que algún día llegaremos a entender que las lechugas no tienen sistema nervioso, ni corazón, ni pulmones, y que cortar un melón por la mitad, no es lo mismo que cercenarle la cabeza a un cordero para comérnoslo. Y también sé positivamente que llegará el momento en el que despertemos a la comprensión de que compartimos la tierra y la experiencia vital, todos y cada uno de los seres que habitamos este planeta, y que cada uno en sí mismo es maravilloso, único e irremplazable.
Es una cuestión complicada, porque va en contra de lo que nos programaron que tenemos que hacer, desde el médico de cabecera, que jamás investigó si es cierto o no lo que aprendió sobre alimentación, a los continuos estímulos publicitarios de una sociedad interesadísima en que consumamos cada vez más, independientemente de lo que sea y el efecto que nos produzca, y también es complicado porque exige un esfuerzo, no el de comer o no comer algo -eso es sólo un hábito y, como tal, con constancia y convicción, se cambia-, sino un esfuerzo mental muy grande, que es el de pensar de otra forma diferente a la masa, que nunca deja de criticar al que es diferente. Por muy liberal o progresista que parezca, se diga o piense que es el resto de tu círculo social, verás cómo actúa cuando le cuentes o se de cuenta de que cambiaste y ahora comes de otra forma simplemente por una cosa, por amor..
Sé que hoy en día este tema sigue siendo muy controvertido, que hay todo tipo de estudios y corrientes a favor y en contra, como en su momento lo fue la conquista de cualquier derecho, libertad o paso para el bien común. No olvido que no hace mucho tiempo había personas dispuestas a perder la vida solamente para que siguiera existiendo la esclavitud, pero también sé que los que no pueden moverse de sus habitáculos, los que son sometidos a todo tipo de torturas y vejaciones, incluida la muerte, no tienen voz, ni derechos, ni capacidad de elección, ni forma de escapar, ni vida. Y me duele tanto que me cuesta no llorar mientras escribo estas líneas...
Sigo mirando a las estrellas y esperando que del cielo llegue una nueva civilización extraterrestre mucho más fuerte que la nuestra, que se alimente de nosotros, nos encierre en granjas o cubículos de menos de un metro, que prefiera la carne de los niños porque es más tierna, nos obliguen a hacer acrobacias mientras se ríen, que celebren sus festividades o santos patronos asesinando por tradición, se vistan con nuestra piel, nos obliguen a hacer todo tipo de tareas físicas.... Y, más tarde, nos aniquile totalmente y termine destruyendo al completo el planeta. Así, algunos podrán comprender el sufrimiento que causan a los demás y lo que jode cuando se lo hacen a uno mismo. Entonces, a modo de enseñanza en el epitafio de nuestra civilización, escribiremos para el futuro solamente una palabra: empatía. Aunque no quede nadie para leerla.
Liberación Animal
*Gracias a Lucas por prestar su imagen.
3 comentarios:
Buenos días, estimado bloguero.
Le escribe Juan Ignacio Cortiñas, apoderado legal de Lucas, el gato cuya imagen utiliza usted en su post del día del hoy.
Déjeme decirle que mi representado está muy molesto por haber usado su imagen sin su consentimiento por escrito, y sin previo pago de derechos de autor y/o royalties.
Tan pero tan molesto está mi pobre representado que hoy rompió un jarrón, arañó el sofá y se hizo caca en un rincón del pasillo.
Habla usted de los derechos animales, pero viola los de mi representado sin miramientos. Con premeditación y alevosía.
¡Vergüenza debería darle!
Haga usted el favor y quite de inmediato esa fotografía (hasta que pague la suma de 4.500 euros por los derechos) o aténgase a las consecuencias legales de tan desairado acto.
De antemano, muchas gracias!
Como nos hemos levantado hoy, no? El grupo de ayer te dejó más tocado todavía o fué el gato que no pudiste rescatar... Yo creo que si vi bajase los marciano eso daría lo mismo. Por que mira que si ha habído guerras injustas, tontas, ridículas y todos los adjetivos que quieras poner a las guerras y no espabilamos y seguimos sumergidos en ellas, viendo como mueren por ambos lados gente inocente. Es así el hombre es bobo por naturaleza y egoista, claro!! Por poner un ejemplo. Sino tampoco nos haríamos daño los unos a otros y ves te dejaron el corazón partio.
Es bonito y a la vez duro tener sensibilidad hacia los animales. Consigue que personas como tú compartan reflexiones tan bonitas como la que acabas de publicar, y a la vez generen esa tristeza de ver cómo son las cosas en realidad, cómo todos los días tenemos que salir a la calle y enfrentarnos a la incomprensión, al horror de todo lo feo que hacemos a los animales, a Joaquín Sabina...
Me alegra mucho leer textos como el tuyo!
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