
Te regalamos un día de sol. Pasea por la playa, duerme cerca de tus amigos en la arena, seca tus lágrimas, dale fuerza a tu cuerpo cansado. Recuéstate en la mano de Poseidón, escucha su sonido. Prepárate para la batalla, para que no puedan cercenarme lo que me queda de corazón, para no perderme en la marea de este extraño tiempo, para recuperarme del naufragio, juntar de nuevo fuerzas para vivir en la galera y seguir bogando contra corriente.
La experiencia equivale a renacer de este asedio al alma, de esta profundidad que a veces me persigue y encontrar, como los viejos navegantes, la dirección de una estrella que, por mucho que azote el temporal, siempre resplandezca y me lleve a la playa donde me esperan los míos. Allí, todos somos niños, nadie es más que nadie, y alguien que me ama, sin más que amor por amor, espera que me siente a su lado, en la hoguera, y cantemos canciones en el idioma de la felicidad mientras tocamos el tambor, uno que suena como una oración antigua, tan vieja como nuestra alma...
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