En la pupila interrogante, en la sonrisa, en la palabra.
En alguna canción antigua que rememoramos, en el pensamiento de la ausencia, en el silencio cobarde ante la presencia.
En las mañanitas de sol, en los paseos al atardecer.
En un dios piadoso que, por un instante, detiene el tiempo, el giro de la tierra, y el cielo viste de noche y muestra fulgurante el brillo de una estrella, y el camino de plata que dibuja sobre las olas de un mar infinito, conducen a una playa donde, tú, desnuda, me miras, me sonríes, me hablas sin miedo y me tiendes tu mano para entender, de nuevo, que en el hueco entre tu mano y la mía es donde se esconde ese misterio del amor.
que me parte en dos y me reune
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