
¿Cuántas generaciones son necesarias para entender que nos jugamos el presente, ya no el futuro? ¿Por qué esa carta la quemamos cuando empezamos a pensar la paradoja de la sociedad del bienestar?. Creo que mi hijo, en el caso de que lo tenga, volverá a vivir situaciones que en el siglo pasado dábamos felizmente por superadas. Plagas derivadas por el ascenso de las temperaturas, un mundo separado por la diferencia, sobre todo económica... Desaparecerá totalmente el sueño de la clase media, esa antigua ilusión de que es posible que el rico entienda que tiene que pagar un precio justo a la persona que esclaviza durante muchas horas al día.
La verdad es una sensación extraña, me da miedo el futuro y no porque personalmente me preocupe lo que me pueda o no pasar, sino por el sufrimiento que éste puede acarrear a miles de inocentes, desde animales a personas.
No es difícil imaginar una sociedad tecnócrata dónde unos pocos privilegiados vivirán con todo tipo de comodidades, más tiempo, más guapos y más sanos, mientras el resto sufrirá la realidad de buscar algo de ropa y alimento cada vez más escaso. A esto, le podemos añadir la falta de agua y el flashback de volver a matar por permanecer cerca del río. Ampliemos el cóctel con la ausencia de electricidad o, mejor dicho, el final de las energías que no sean renovables. El resultado es claro: enfermedades, falta de alimentos básicos (que no sean los de producción autóctona), de agua y energía. Esto supondrá atrasar en 2000 años la Historia del común de los mortales. Claro que, unos pocos podrán acceder a escoger el color de ojos de sus hijos, el tipo de complexión de su cuerpo. inhibir el envejecimiento, y anular la impotencia y los kilitos de más con una sola pastilla.
Mi preocupación infantil siempre fue si llegaría a ver volar los coches. Lo que me está dejando acojonado es que no se si veré saltar por los aires a la sociedad del consumo brutal, tal y como la conocemos. Pero a este final de Mad Max que tan catastrófico parece le queda una esperanza: la Re-Evolución.
Cuando más puteados nos veamos, cuando la supervivencia imponga una ley más allá de la judicial, y de pura frustración salgamos a las barricadas, entonces y sólo entonces, sumaremos los millones de personas que viven sin nada y los poquitos que tienen de todo. El resultante de la ecuación es bastante claro. A ritmo de una marsellesa en versión trance o bit o como se llame la música del momento, incendiaremos la tierra para crear de sus cenizas un mundo libre.
El futuro es una postal de un niño vestido de Tarzán, meando sobre los restos de un antiquísimo rascacielos de una época dónde el hombre estaba aprendiendo a dejar de ser esclavo y encontrar la LIBERACIÓN.
¡Ah! Una última reflexión para los que tengan hijo, sobrino o parecido. Intente, entre las clases de natación, música, inglés, levitación y demás gaitas, incluír algo de aprendizaje de artes marciales y espada. Nunca se sabe qué es lo que más le servirá en el futuro a su infante.
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