jueves, 24 de enero de 2008

A veces una corriente salvaje te arrastra a los días, a las experiencias sin tregua, a las despedidas. Siempre a la carrera, donde no encuentras tu espacio y sabes que el latido de tu corazón acelerado marca un tempo allegro ma non troppo, en el que sueles vivir.
De fondo suena, atronadora "lucha de gigantes"; hay un taxi parado, dos personas abrazadas... Y, sí, dos veces en un año un avión corta el cielo y parte de tu alma con dirección al destino... Si lo intento, si pongo mucho empeño creo que no desapareceré: Si saco los lápices y me reinvento, me pinto de nuevo, igual la luna casi llena no me atraviesa y vuelvo a tener sombra y ser yo mismo mirando al mar, y a un barco que parte con una rosa blanca bordada en el foque...
Adivino en mi corazón una nueva muesca, duele al acostarme y mis ojos se cierran llenos de agua salada en recuerdo del océano.
Mañana lucharé; hoy descanso y en mi oído derecho sigo escuchando tu voz, que me susurra que me quiere. La música pone voz a la noche...azul, líneas en el mar...

1 comentario:

Wolf dijo...

Las palabras no son un gran consuelo a veces, así que lee estas en forma de abrazo.

Piensa que todo camino es de ida y vuelta.

Piensa que la distancia que te separa de la persona que ha marchado, ahora sólo la tendrás que medir con el corazón, en olas y kilómetros, igual que ella, y no en personas, situaciones, montescos y capuletos.

Recuerda: no es oro todo lo que reluce ni todo el que camina errante anda perdido. No todas las despedidas son para siempre. Algunas, pueden ser el comienzo de un nuevo y esperado retorno.

Ojalá esta sea una de ellas.