miércoles, 23 de enero de 2008

Para Vivir

Recuperar el entusiasmos de la infancia por la música, los colores, el sabor, las amistades. Olvidar pretéritos daños o desilusiones, tonterías pasadas que nos hacen juzgar innecesariamente a gente que, seguramente, cambió, o situaciones que diluyeron su importancia con el tiempo ,que tanto ayuda a relativizar las cosas. Eso nos da la posibilidad de evitar conflictos, de desnudarnos de la corta visión de lo que nos ocurrió, y nos prepara para aceptar que todos tenemos una idea personal o, mejor dicho, una parte de verdad y un largo trecho por descubrir de ésta. Las vivencias nos tienen que enseñar a no equivocarnos, no a colgar letreros ni a catalogar. Si sufrimos es para aprender, no para odiar. Así, no perderemos el tiempo reviviendo las mismas situaciones

Entender que la belleza real, al igual que cualquiera de las situaciones felices,transcurren en el momento presente y, cuanta más conciencia dediquemos a éste, más disfrutaremos de las cosas positivas que nos ocurren. No podemos vivir cargando dolores pretéritos ni futuribles, pues unos ya pasaron y otros no tenemos certeza de que se cumplan. Normalmente existen muchísimas posibilidades que no contemplamos y es mejor pensar en un futuro radiante de felicidad que en una prolongación actual de nuestros problemas, que dejarán de existir en cuanto los superemos.

Tratar de no obsesionarnos por nuestras posesiones -las que tenemos y las que deseamos-, intentar entender que todo eso pasa, queda obsoleto y, sobre todo, está para disfrutar. No tiene sentido conseguir bienes si no es para vivir mejor y más felices. Muchas veces pienso que gran parte de los que manejan dinero se levantan antes del amanecer y terminan sus interminables jornadas extenuados. Voluntariamente renuncian a gran parte de sus vacaciones y acaban siendo esclavos de un sistema de vida que termina por dejarles sin tiempo para poder disfrutar el resto del infinito abanico de experiencias que tenemos a nuestro alcance.

No olvidar que las personas y los sentimientos permanecen en nuestra memoria y lo que pudimos aprender, lo que pudimos compartir y, finalmente, enseñar gracias a ellas, son el mejor legado que podemos brindar a los seres queridos que se marcharon de este tránsito. Pase lo que pase, a cualquiera de nosotros nos gustaría que nos recordaran con una sonrisa y no con una lágrima. Estoy convencido de que ese viento llegará al ser que perdimos, esté dónde esté, y todos lo buenos pensamientos que le dediquemos le servirán de ayuda, al igual que éstos nos sirven para encontrar buenos recuerdos.
Una vez superado el tiempo necesario, es imprescindible olvidar el trauma de la separación y acercarnos, no sólo a la aceptación, si no lo más cercano a la comprensión que podamos. Así, y a través del amor, estableceremos un lazo mágico que nos une con los que fueron y amamos y con los que vendrán y necesitarán recibir lo mismo. De esta forma, entramos en esa parte del engranaje de la historia (tan del mundo oriental) en la que los antepasados están presentes a través del recuerdo, el amor y el respeto.

Escribir, amar, bailar, rezar, viajar, leer, aprender, estar en contacto con la naturaleza, trabajar y enseñar con todo el entusiasmo y pasión que podamos, nos dará fuerza en medio de la tormenta, nos ayudará a reenamorarnos de la vida y de todas las cosas bellas que ocurren, independientemente de nuestro estado de ánimo. Nos ayudará a acercarnos a la felicidad plena, que sólo nace y regresa del Amor, el mayor de nuestros bienes.

Para aprender a vivir, desnúdate de tus pesares, de tus ataduras y camina convencido de que vas a conseguir todos tus sueños, un pasito, tras otro, tras otro, tras otro...

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