jueves, 3 de enero de 2008

Piedras y promesas

Hay sensaciones que llevamos escritas en nuestra identidad social y encontramos en éstas la dificultad de poder esclarecer realmente qué es lo que sentimos y lo que está sucediendo. No todos los hombres son refugio, ni casa, por mucho que guardemos el anhelo de encontrar nuestro lugar en el mundo. No todo resto de fuego es amor, por mucho que la pasión disfrace la madrugada, ni los brazos que me abrazan piensan en mí como un corazón que tiembla por la emoción o por el miedo de verse desnudo de nuevo.

A veces me siento cansado buscando un parapeto de este vendaval de vida y en cualquier terreno de forma involuntaria. Mi parte de árbol busca echar raíces y hacerse fuerte y basta una piedra para construir un edificio que descubro sin tejado, o sin luz, en un perpetuo otoño.

Regresar debería ser el patrimonio de los que se marcharán para siempre. Cómo los elefantes que terminan sus días entre los restos de los que fueron y se entregan a la muerte con la sabiduría del que sabe que si tiende la mano en el lugar oportuno, alguien o algo la apretará fuerte.

Surcar el cielo implica crear camino. Si decides volar, ten en cuenta que desaparece la senda recorrida y pierdes cualquier vestigio de lo que fuiste y de los edificios donde, mudos, habitan los fantasmas de un pasado, y una persona que perdió el reflejo de si mismo buscando amaneceres y encontrando el atardecer, y una noche cerrada que no esperabas. Considérate libre para olvidar una casa que no es tu hogar y suéñate feliz con la firme promesa de encontrar un lugar de primavera alejado de la tempestad. Así se escriben las letras en el cielo que nada saben de piedras y promesas.

No hay comentarios: