lunes, 14 de enero de 2008

Comienza un tema de aproximación...

Al principio, suele dominar la situación la timidez y hay más espacio entre los dos. Buscas el ritmo y la manera de romper la línea para cambiar el ángulo y sustituir el aire por un roce, marcar, un abrazo, una acaricia, un beso, primero tímido, para dar paso al deseo. Cambia la música. Es más rítmica, caliente y, como respuesta a los estímulos externos e internos, gestionas tus sentimientos entre tu cabeza, que busca la manera de hacer las cosas; tu corazón, que o se desboca o se retira al puesto del que analiza, y el animal que, ya despierto, no regresará a su letargo mientras no sacie su hambre de cuerpo y de entregarse al desenfreno de la búsqueda del polvo perfecto. El DJ se retira...

No siempre, a veces, las menos, acompasa el desenfreno inicial por piezas románticas, por información en busca de la semejanza, por lugares, libros, experiencias compartidas y, muy a nuestro pesar, por promesas. Pero esas extrañas ocasiones se dan poco y remueven tu vida de tal forma que puede proyectarte a cualquier rincón del mundo, a dejar de ser tu mismo para sentirte incompleto, y convertirte en el viajero, en el que no está dispuesto a vivir sin la mitad y te descubres en busca de lo que encuentras o de lo que no quieres conocer. Esta es la parte del misterio que, cuando se da el milagro, produce con el tiempo placer o dolor y te permite mirar alguno de tus fantasmas a los ojos y decirle sin un ápice de duda “te amé completamente”, y continuar el camino con esa terrible y dulce certeza.

Cuando no es así -lo más probable-, en el interior algo no se despierta, un clic no se produce, como una pistola antigua que cargas, apuntas y disparas para posteriormente darte cuenta de que la pólvora estaba mojada y pasas de errar el tiro a un silencio sin víctimas que suele ser una bendición. No sientes ganas de perderte ni estás del todo feliz; simplemente, sabes que, de nuevo, regresarás al baile y, si te concentras, casi puedes escuchar música...

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