martes, 18 de diciembre de 2007

Saudade

Si la escucho, enloquezco. Si cambio el gris por tu voz que a veces se me aparece en cualquier momento, sobre todo de noche -no se escoge el amor ni el recuerdo-, aparece y te taladra. Da igual que pase demasiado tiempo. En ocasiones, demasiado es muy poco y no obedece al corazón, que tiene un reloj muy extraño y palpita cuando le sale de los huevos y de la misma manera sangra. Si pudiera viajar al pasado sería sólo el triste espectador de los brazos que no tengo, de una niña que hace un año me susurraba al oído con voz extranjera te amo mucho, poco antes da arrancar la puerta de casa junto a un montón de sueños y marcharse para siempre de mi vida con la total seguridad de que, desgraciadamente, no fue un sueño

Es difícil escribir a la penumbra de un recuerdo que no quiero que se apodere de mi, para seguir corriendo todo lo rápido que pueda, para escapar de tu sombra, de las cajas apiladas en el salón, de los ojazos negros de raza que me miran directamente a la cara preguntándome dónde estoy. Sin saber la respuesta, encuentro una excusa de esas que son mitad verdad y mitad miedo y te respondo, con la voz entre cortada, “sigo sin saberlo”.
Agora no falo brasilero, solo falo flamenco apayao y roto, como las varas, que rotas dan mejor el ritmo. Deja de escribirme y de felicitarme las fiestas que no lo necesito. Ya casi no necesito nada, pero eso… Te juro que menos, de eso mucho menos. Con lo que no tengo me sobra casi todo.

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