jueves, 13 de diciembre de 2007

Locura e Ignorancia

Hace 25 siglos en la Grecia socrática se llego a la deducción de que la raíz del mal viene determinada por dos factores: la ignorancia y la locura. Pasando por alto el segundo término -nunca he llegado a entender dónde está el limite entre la cordura y la vida que llevamos-, quiero analizar la ignorancia como una situación espiritual y no cómo aquel que no acumuló en su memoria una gran cantidad de conocimientos.

El ignorante es el que no es capaz de comprender la reacción intrínseca a cada acción que realizamos, seguramente por falta de empatía, porque nunca sufrió consecuencias parecidas a las que genera. Para entenderlo mejor voy a poner unos ejemplos muy navideños:

Si compro un regalo para hacer feliz a un niño (campanitas de colores como banda sonora), que viene de un país lejano de Oriente (China o Corea o Taiwán), y resulta que la confección la realizó un niño esclavizado, sin sueldo, ni esperanza de vida, ¿que estoy regalando? Si, además, pago 500 veces su precio inicial a unos señores que le ponen una marca conocida, y a otros que lo ponen en sus grandes almacenes, ¿a quién estoy haciendo el regalo? La respuesta es muy clara: en vez de comprar en la tienda de comercio justo que no mola mucho y no tengo ni puta idea de dónde está, vamos a comprar al "Elcorte" y así escuchamos en la boca esos maquiavélicos muñecos el himno nacional de Cortilandia -orgasmo invernal inevitable-, y educamos a nuestros vástagos en la maravillosa costumbre de gastarse la extra, a mayor gloria de Isidoro y descendientes.


Si pago en el mercado un precio muy alto por un animal asesinado, que normalmente (evidentemente la vida no tiene precio) se vende por mucho menos el resto del año, lo cocino y lo sirvo en la mesa, junto con otra tonelada de comida que acabará en la basura, ¿a quién estoy agasajando? ¿A mi famélica familia? ¿Al pez que ahogaron innecesariamente? ¿Al cerdo que trincharon normalmente vivo tras una vida infame? ¿Al vendedor que, para sanear su economía, infla los precios de los productos a los cuales les aplica por el artículo 33 dos subidas anuales? En esta ocasión, la respuesta también es muy clara: no me jodas la cena con tus putas paranoias, que una navidad sin cordero es...



Y así un larguísimo etcétera, que sin mucho esfuerzo podríamos aumentar, elevando a infinito todas las barbaries que por ignorancia (nosotros no somos los explotados, los asesinados ni los puteados), hacemos y, encima, nos queda la sensación de algo bonito, la Navidad.


Dicen que la ignorancia produce felicidad. Me pregunto a quién, al que sufre o al ignorante que mantiene un sistema de puteo vestido de glamour y buenos sentimientos. ¿Cómo se puede ser feliz así?

Y regresando al tema de la locura… ¿Realmente alguien piensa que esta sociedad y época que vivimos tiene los cojones para convencerme de que estamos cuerdos y recupere la ilusión perdida? ¿No mejor es cerrar los ojos para que nadie nos amargue estos días de paz (no será mundial, o familiar o conyugal) y celebrar así y con una peli de Disney la Nochebuena occidental? Lo que da de si una fiesta religiosa, Dios mío.

1 comentario:

RAF71 dijo...

Camarada Cristiano,

Había pensado hoy hacer una jornada de depuración a base de desayunar, comer y cenar sólo manzanas, y al leer su blog he reforzado mi determinación de hacerlo, de hecho ya me he comido 2 manzanas.

Aunque me temo que mi madre, una año más, abarrote la mesa con numerosos platos y manjeres propios de estas fechas.

Por lo menos compensamos.
Ya te contaré el resultado de esta jornada, haber si me animo también y lo cuelgo en blog, que lo tengo muerto.

salu2