Será cuestión de genética, información pura condensada en nuestro ADN, en nuestra sangre, determinaciones que van desde nuestro aspecto a nuestros gustos, o será realmente que lo viví tanto hace miles de años, en otro tiempo, que por mucho que quiera me sigue emocionando.
Los tambores africanos que en más de una ocasión me ponen el pelo de punta y llaman con su ipnótico sonido a una parte que se estremece y cree recordar la tribu, la música árabe, las mujeres morenas, la media luna en los tejados, las especias, el té, la comida picante. La letra tan preciosa.
Me ocurre lo mismo al pisar el suelo empedrado de un Toledo lleno de espadas, las calles de Roma, los túneles venecianos. Al ver manejar una catana, o la ceremonia del té. Es esa sensación que te zarandea suplicando que despierte, o simplemente la sombra de un recuerdo que permanece a través del tiempo, algo que siento cuando estoy junto a mis amigos de la infancia, que siempre fuimos parte de una misma familia espiritual muy antigua. Es lo mismo que me ocurre desde pequeño contigo, y tú que lo sabes y yo que lo sé. Y lo que jode a veces.
Mirar el mar, las estrellas, los grandes espacios naturales, lo que fue siempre, en todas las vidas, desde que desafortunadamente para él, el hombre habitó este mundo, O, simplemente por justicia poética, por la responsabilidad que lo que hagamos ahora será la mierda que comamos en el futuro. Creo que una vida es muy cortita para poder desarrollar, aprender y finalmente entender el crisol de sabiduría y experiencia que se muestra ante nosotros; quizá el miedo o el sentido empírico de demostrar todo en base a la repetición nos esté alejando de nuestros sentimientos, de la percepción interna de las cosas de nuestros sueños conscientes.
Una vez soñé que hace mucho tiempo fuimos hermanos –quizá en la época de Adriano– cerca del Mediterráneo, no sé si en Italia o Grecia. Incluso entre la niebla te vi, cerca de una columnata, vestida con una túnica sencilla: cantabas. Siempre adoramos la música. Sé que nos quisimos durante toda la vida, y si apuras, pienso que compartimos algo que forma parte de nuestra propia naturaleza, que no me ha ocurrido salvo con muy pocas personas... por no decir ninguna. Pienso también que, en algún momento, o simplemente en muchos diferentes momentos, compartimos de una forma u otra la vida y que ese lazo, por paradójico que parezca, por mucho que las circunstancias nos separen, no se rompe: se hace más fuerte con el tiempo, y una parte de mi es más feliz por el simple hecho de saber que estás. Quizá sea una forma estúpida de intentar dar trascendencia a mis sentimientos y sentirme inmortal, o simplemente es la película construida por mis propias creencias.
No lo sé, pero un viento que parte del fondo de la historia me asegura que todo eso no es falso.
¿Y tú?
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1 comentario:
Por supuesto que lo sé... Sé que te conozco tanto como a mí misma y que no existen distancias. En el desierto, la selva, o el Himalaya da un grito y allí estaré como SIEMPRE de la forma que me sea posible.
Leerte es como leer la tinta de mi propia mano (aunque ni en sueños podría hacerlo con el arte que tiene mi niño, ¡óle torero!)y volver a sentir como tantas veces los sonidos de Arabia llamando a la oración o el viento en la cara cabalgando en la playa hacia un atardecer de fuego y azul grabado en algún rinconcito de esta alma mía que grita "LIBERTAD Y VICTORIA". ¿Mieeedooo? ¿Quién dijo miedooo?
No te preocupes chiquitín, que allá a donde voy seguiré estando contigo...
Sabes que te quiero mucho muchísimo y que eso NUNCA VA A CAMBIAR (¿qué idiota inventó lo "nunca digas nunca jamás?", yo en este caso sí puedo hacerlo.
Un inmenso abrazo desde lo más profundo del corazón.
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