
No me interesan los primeros de la clase, los que trabajaban como si se les fuera la vida, madrugaban siempre y desde pequeños tuvieron la misma apariencia y la misma o casi igual forma de pensar que sus papis, tan educados… Esos sé dónde están y lo que están haciendo, cambiaron las buenas notas por buenos despachos que también les consiguió papuri como llamaba a su progenitor una belleza insensible que conocí hace algunos años, seguramente estarán cansados casados (mi generación ya tiene 34 añazos y contando) establecidos y reconocidos socialmente, tendrán una parejita de niños arios perfectos, buen coche y un futuro lleno de garantías sociales, planes de pensiones, muchas cosas poco tiempo y esa gilipollez de raza de aquellos que creen que el mundo se divide en dos perfectas partes, los normales y los otros… Normal es la mejor palabra inventada por la clase dirigente, recuerda un poco ese famoso orden mundial que actualmente sigue amenazando el planeta, normal es la defensa del que cree que su especie es la común y los otros, los perdidos, somos los desechos que la maquinaria de la sociedad expulsa de sus fronteras productivas, no quiero que aflore siquiera la descalificación hacia esa parte aburrida del orbe, que se perfuman cada mañana y salen a la calle a buscar el trozo de riqueza que le espera en su mundo perfecto hecho a medida y en el que no entra nadie que no pertenezca a su ralea salvo por la puerta de servicio o por la de la alcoba. A todos esos mi más sincera indiferencia, podría escribir el itinerario completo de sus vidas sin gastar un ápice de imaginación, pero no me interesa hacerlo.
A mi personalmente por pertenencia y fe, los que más me interesan son los otros, los no normales, los niños perdidos que vagabundeamos por medio mundo, que nos pasamos parte de la juventud corriendo detrás de una nueva experiencia, de un sitio que no conocíamos, de un nuevo chute de adrenalina. Los que nos pateamos a golpe de placer toda montaña o ruta interesante a nuestro alcance, los que viajamos con o sin dinero pero siempre viajamos, los que fumamos bebimos copiamos en los exámenes y si podíamos le robábamos un beso a la más guapa de la fiesta ante el estupor de los perfectos. Esos somos nosotros, los que para bien o para mal siempre engrosamos las listas de supervivientes, los que nos dejamos el corazón en el camino, nos casamos y divorciamos y encima volvemos a enamorarnos con la misma inconsciencia suicida. Somos los herederos de todos los Ismos, los que aún hoy de vez en cuando bailamos hasta que sale el sol, corazones rotos entregados a un desconocido destino, llenos de cicatrices, siempre camaradas, siempre aventureros, enamorados de la música y los atardeceres cerca del mar. No nos queda otra, mi buena y eternamente joven generación perdida, que seguir equivocándonos; equivocarse es el privilegio del que busca, seguir buscando a la larga se torna más un fin que un medio, no hay nada más triste que llegar a Itaca y quemar las velas, para darte cuenta de que Penélope crió culo, tiene un amante y tu sigues soñando con un nuevo viaje rumbo a lo desconocido. ¿Lo escuchas? Es el rugir del mar, el viento de cara, sin reloj ni normas; sé que lo escuchas como yo, incluso, sentado en medio de la oficina, sientes dentro de ti la bestia suplicando libertad, ese es el estigma de los no esclavos, de los que no somos libres, de los que simplemente formamos parte de una generación, la generación perdida.
3 comentarios:
Lamento informarle, muy señor mío, que el plácido ronroneo de mi Audi A8 de 300 y tantos caballos de fuerza, sumado al soberano equipo de sonido Blaupunkt con 12 altavoces y 200 y tantos vatios RMS de salida, me impiden entender, comprender siquiera, el comentario que usted acaba de postear. Osea.
Mi GPS integrado al salpicadero no consigue descifrar la dirección hacia la cual me quiere llevar su destino, mi radar nocturno me soluciona la angustia de no saber a quién podría atropellar, mis frenos ABS de serie amainarán los patinazos de las ruedas, incluso en las curvas más peliagudas; los airbags frontales, laterales, cenitales y lumbares harán de colchón eterno que amortiguarán los golpes de los que usted trata de guarecerme.
En fin, que nosotros, los normales, no tenemos la culpa de que ustedes no lo sean.
Si quiere una lismona, no se olvide de pasar por caja...
La falsa normalidad de esa clase dirigente. Esa fachada que impregna la socidad en la que vivimos en que las formas son mas importantes que el fondo.
Esos momentos de falsa felicidad de la gente "normal" que casi no se tocan para saludarse para no mancharse la ropa, que no saben nada de la vida, que no la disfrutan...
.. caray, pero si soy normal. Cuando conduzco mi Audi A3 me veo diferente, me veo importante, me veo "normal".
.. Puñetas, no quiero ser normal. Quiero disfrutar de la vida, tomar un cubata con un buen amigo mientras veo una puesta de sol en alguna playa fantástica de nuestro Mediterraneo charlando sobre nuestros sentimientos.
¡Que dilema! nuestra socidad está montada para los normales y quiero dejar de serlo.
¡Quiero disfrutar de la vida!
Una abraçada
Simplemente maravilloso.
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