jueves, 20 de diciembre de 2007

Del golpe al azul

Vale estoy parado, en medio de la calle. Llueve la de Dios, está todo detenido y empiezo a gritar desnudo, mojado y helado. He transitado todo el puto valle de lágrimas repartido en doce puñaladas de enero a diciembre, del frío al frío, de la soledad a la soledad, con breves interrupciones. He tratado de matar la voz con alcohol, juergas y testosterona, vagando sin rumbo de amigo en amigo y de bar en bar. Y me he lamentado, sin darme cuenta, que sólo el viento de cara, sólo esa simple tontería, es un milagro.

Si me escucharon los dioses o si realmente este camino es el fruto de la conexión entre mi destino y mis decisiones, da un poco igual. Lo que me queda es un puñado de gente maravillosa, las mismas ganas de seguir luchando en contra de las injusticias y ese extraño sentido que se agudiza cuando sufres y te enseña a estar alerta, a darte cuenta de las cosas, de los que lo pasan mucho peor que tu, desde ese lado del espejo en el que la vida cuesta, pasito a pasito.

He bajado al infierno, del que pensé que no volvería a entrar y, ni mucho menos, salir. Escuché de nuevo a Sabina, a Alejandro Filo, a Aute y todos los que malviven en la cantina del amor perdido, del que se regresa más fuerte y con más cicatrices.

Y encontré un claro de cielo y en el azul de Cádiz me bañé para renovar mi alma. En estos tiempos tan difíciles encontré los golpes de tambor necesarios para no dejar que mi espíritu en guerra siguiera durmiendo vestido de lamento. Y renacer por cojones, por la obligación de seguir buscando, luchando, disfrutando.

Lo de más es darte cuenta de que, a pesar del dolor que viví y por todos los que sufren infinitamente más, aún merece la pena.

martes, 18 de diciembre de 2007

Saudade

Si la escucho, enloquezco. Si cambio el gris por tu voz que a veces se me aparece en cualquier momento, sobre todo de noche -no se escoge el amor ni el recuerdo-, aparece y te taladra. Da igual que pase demasiado tiempo. En ocasiones, demasiado es muy poco y no obedece al corazón, que tiene un reloj muy extraño y palpita cuando le sale de los huevos y de la misma manera sangra. Si pudiera viajar al pasado sería sólo el triste espectador de los brazos que no tengo, de una niña que hace un año me susurraba al oído con voz extranjera te amo mucho, poco antes da arrancar la puerta de casa junto a un montón de sueños y marcharse para siempre de mi vida con la total seguridad de que, desgraciadamente, no fue un sueño

Es difícil escribir a la penumbra de un recuerdo que no quiero que se apodere de mi, para seguir corriendo todo lo rápido que pueda, para escapar de tu sombra, de las cajas apiladas en el salón, de los ojazos negros de raza que me miran directamente a la cara preguntándome dónde estoy. Sin saber la respuesta, encuentro una excusa de esas que son mitad verdad y mitad miedo y te respondo, con la voz entre cortada, “sigo sin saberlo”.
Agora no falo brasilero, solo falo flamenco apayao y roto, como las varas, que rotas dan mejor el ritmo. Deja de escribirme y de felicitarme las fiestas que no lo necesito. Ya casi no necesito nada, pero eso… Te juro que menos, de eso mucho menos. Con lo que no tengo me sobra casi todo.

lunes, 17 de diciembre de 2007

Separados por la diferencia y unidos por el Amor

A veces es tan sencillo cómo parar y decir las cosas con cariño, es tan simple como comunicarle al interlocutor que no tiene la necesidad de herir para que prevalezca su opinión. La verdad no es más que el patrimonio de los ignorantes, pues es muy difícil de vislumbrar y, seguramente, el que la posee no ha desarrollado la capacidad de acercarse más a ella, o no está cerca de nosotros para contarlo.

Me propuse, en medio de la zozobra del año que despido, aferrarme a dos cosas. Una fue la sinceridad y, para potenciar este sano ejercicio y poder aclararme y dejar manifiesto mi opinión y sentimientos, lo plasmé en entreelmaryelasfalto. Cuanto expuse, independientemente de mi ideología de izquierda animalista/activista, en especial lo tocante al corazón, partió de la sinceridad. Cuando sentí la falta, cuando amé o no entendí alguna reacción, lo publiqué, para no dar lugar a otras interpretaciones, para dejar de ocultar mis sentimientos y compartirlos con todo aquel que se asome al blog.
Muchos de los post publicados tienen un nombre detrás y van dirigidos a una persona, normalmente una vivencia o situación compartida. Otros son disparos de amor al viento que, en ocasiones, regresaron vestidos de una forma u otra.

Creo que, terapéuticamente, manifestar sin tapujos lo que sientes es algo maravilloso. Al principio me costó mucho por miedo al rechazo o por lo particular de las situaciones y el momento que estaba atravesando. Puede resultar contradictorio mezclar pensamientos políticos, polvos casuales, sentimientos críticos, amistades y amores inmortales, pero así es mi vida, ni más ni menos intensa que la de cualquiera. Las posibles contradicciones no obedecen más que a mi naturaleza y a lo mucho que me queda por andar para tener una visión global y positiva.
Comprender es uno de los caminos que señala el budismo: compasión y compresión. Así, formula primero compasión como una forma de empatía global con la vida y los que la transitamos, con los sentimientos de los demás y los nuestros. A través de eso, que no es más que el amor, llegará la comprensión.
Lo segundo a lo que intenté aferrarme es al Amor, seguramente porque lo perdí -mejor dicho, cambió-, y lo consideré muy necesario. Cuando escuché lo de amaros los unos a los otros, nunca entendí a qué se refería ni como es posible amar a un desconocido o a un hijoputa que se dedica a jodernos la vida.
Realmente, he comenzado a comprender que si quiero vencer la violencia, sólo existe una fórmula. Si logro mantener este propósito y aprender más el próximo año sobre la sinceridad y el amor estaré más cerca de la felicidad, la mejor forma de sabiduría que conozco.

jueves, 13 de diciembre de 2007

Locura e Ignorancia

Hace 25 siglos en la Grecia socrática se llego a la deducción de que la raíz del mal viene determinada por dos factores: la ignorancia y la locura. Pasando por alto el segundo término -nunca he llegado a entender dónde está el limite entre la cordura y la vida que llevamos-, quiero analizar la ignorancia como una situación espiritual y no cómo aquel que no acumuló en su memoria una gran cantidad de conocimientos.

El ignorante es el que no es capaz de comprender la reacción intrínseca a cada acción que realizamos, seguramente por falta de empatía, porque nunca sufrió consecuencias parecidas a las que genera. Para entenderlo mejor voy a poner unos ejemplos muy navideños:

Si compro un regalo para hacer feliz a un niño (campanitas de colores como banda sonora), que viene de un país lejano de Oriente (China o Corea o Taiwán), y resulta que la confección la realizó un niño esclavizado, sin sueldo, ni esperanza de vida, ¿que estoy regalando? Si, además, pago 500 veces su precio inicial a unos señores que le ponen una marca conocida, y a otros que lo ponen en sus grandes almacenes, ¿a quién estoy haciendo el regalo? La respuesta es muy clara: en vez de comprar en la tienda de comercio justo que no mola mucho y no tengo ni puta idea de dónde está, vamos a comprar al "Elcorte" y así escuchamos en la boca esos maquiavélicos muñecos el himno nacional de Cortilandia -orgasmo invernal inevitable-, y educamos a nuestros vástagos en la maravillosa costumbre de gastarse la extra, a mayor gloria de Isidoro y descendientes.


Si pago en el mercado un precio muy alto por un animal asesinado, que normalmente (evidentemente la vida no tiene precio) se vende por mucho menos el resto del año, lo cocino y lo sirvo en la mesa, junto con otra tonelada de comida que acabará en la basura, ¿a quién estoy agasajando? ¿A mi famélica familia? ¿Al pez que ahogaron innecesariamente? ¿Al cerdo que trincharon normalmente vivo tras una vida infame? ¿Al vendedor que, para sanear su economía, infla los precios de los productos a los cuales les aplica por el artículo 33 dos subidas anuales? En esta ocasión, la respuesta también es muy clara: no me jodas la cena con tus putas paranoias, que una navidad sin cordero es...



Y así un larguísimo etcétera, que sin mucho esfuerzo podríamos aumentar, elevando a infinito todas las barbaries que por ignorancia (nosotros no somos los explotados, los asesinados ni los puteados), hacemos y, encima, nos queda la sensación de algo bonito, la Navidad.


Dicen que la ignorancia produce felicidad. Me pregunto a quién, al que sufre o al ignorante que mantiene un sistema de puteo vestido de glamour y buenos sentimientos. ¿Cómo se puede ser feliz así?

Y regresando al tema de la locura… ¿Realmente alguien piensa que esta sociedad y época que vivimos tiene los cojones para convencerme de que estamos cuerdos y recupere la ilusión perdida? ¿No mejor es cerrar los ojos para que nadie nos amargue estos días de paz (no será mundial, o familiar o conyugal) y celebrar así y con una peli de Disney la Nochebuena occidental? Lo que da de si una fiesta religiosa, Dios mío.

martes, 11 de diciembre de 2007

En el viento

Será cuestión de genética, información pura condensada en nuestro ADN, en nuestra sangre, determinaciones que van desde nuestro aspecto a nuestros gustos, o será realmente que lo viví tanto hace miles de años, en otro tiempo, que por mucho que quiera me sigue emocionando.
Los tambores africanos que en más de una ocasión me ponen el pelo de punta y llaman con su ipnótico sonido a una parte que se estremece y cree recordar la tribu, la música árabe, las mujeres morenas, la media luna en los tejados, las especias, el té, la comida picante. La letra tan preciosa.

Me ocurre lo mismo al pisar el suelo empedrado de un Toledo lleno de espadas, las calles de Roma, los túneles venecianos. Al ver manejar una catana, o la ceremonia del té. Es esa sensación que te zarandea suplicando que despierte, o simplemente la sombra de un recuerdo que permanece a través del tiempo, algo que siento cuando estoy junto a mis amigos de la infancia, que siempre fuimos parte de una misma familia espiritual muy antigua. Es lo mismo que me ocurre desde pequeño contigo, y tú que lo sabes y yo que lo sé. Y lo que jode a veces.

Mirar el mar, las estrellas, los grandes espacios naturales, lo que fue siempre, en todas las vidas, desde que desafortunadamente para él, el hombre habitó este mundo, O, simplemente por justicia poética, por la responsabilidad que lo que hagamos ahora será la mierda que comamos en el futuro. Creo que una vida es muy cortita para poder desarrollar, aprender y finalmente entender el crisol de sabiduría y experiencia que se muestra ante nosotros; quizá el miedo o el sentido empírico de demostrar todo en base a la repetición nos esté alejando de nuestros sentimientos, de la percepción interna de las cosas de nuestros sueños conscientes.

Una vez soñé que hace mucho tiempo fuimos hermanos –quizá en la época de Adriano– cerca del Mediterráneo, no sé si en Italia o Grecia. Incluso entre la niebla te vi, cerca de una columnata, vestida con una túnica sencilla: cantabas. Siempre adoramos la música. Sé que nos quisimos durante toda la vida, y si apuras, pienso que compartimos algo que forma parte de nuestra propia naturaleza, que no me ha ocurrido salvo con muy pocas personas... por no decir ninguna. Pienso también que, en algún momento, o simplemente en muchos diferentes momentos, compartimos de una forma u otra la vida y que ese lazo, por paradójico que parezca, por mucho que las circunstancias nos separen, no se rompe: se hace más fuerte con el tiempo, y una parte de mi es más feliz por el simple hecho de saber que estás. Quizá sea una forma estúpida de intentar dar trascendencia a mis sentimientos y sentirme inmortal, o simplemente es la película construida por mis propias creencias.
No lo sé, pero un viento que parte del fondo de la historia me asegura que todo eso no es falso.
¿Y tú?

lunes, 10 de diciembre de 2007

Para sentirte feliz

Para reconocerte fuerte y que no cierres la mano con la sensación de que la arena se escapó y solo queda el viento, y para cantar alegrías que además del palo flamenco son esas cositas bonitas de la vida que a veces pasan y otras pasan, espero llamar en estas letras huérfanas a la esperanza, prima de la curiosidad y sobrina del beneficio de la duda.

No creas que el desierto en el que te sumerges está exento de vida. Puede que la aridez del terreno, junto con lo cambiante de las dunas, borren el paisaje para convertirlo en un mar doloroso pero, incluso, en ese páramo dónde te encuentras, luce un sol incandescente y muchos seres luchan para sobrevivir y cumplir con su ciclo de experiencias.

Por mucho que creas que perdiste el camino, estoy convencido de que a los lugares más bellos sólo se accede tras mucho tiempo de pérdidas. Algunas son necesarias, las menos; otras, son fruto de la elección propia y de la inevitable resultante de darte cuenta que uno y uno son dos extraños. En otras ocasiones, suman tres si cuentas los números de la agenda.

Nadie nos acompaña en este tránsito plagado de incertidumbre durante todo el tiempo. Hay muchas cosas que aprender y muchas personas con las que encontrarnos. Sabes que muchas veces tienes que escoger la senda tenebrosa y superar los miedos para poder continuar más libre. No sólo mudamos de piel. También lo hacemos de cargas y, por muy doloroso que parezca, el ciclo forma parte del maravilloso poder del cambio natural de lo falso a lo verdadero, de la semi oscuridad, a luz del candil. No te sientas siempre sólo porque, en el fondo, una parte de ti sabe que no lo estás. No te lamentes por escoger una senda equivocada, porque lo que encuentres no forma parte de tu naturaleza. Alégrate de que, por ahora, tenemos tiempo para tomar el rumbo que consideremos mejor. Por mucho amor que sientas, si has aceptado marcharte, haz tu equipaje de forma delicada. No es lo mismo una herida mortal que el corte del bisturí del cirujano. Las dos duelen pero el resultado es totalmente opuesto.

No te recrees en la tristeza. Olvida que venimos a este valle de lágrimas a sufrir. Así es como se condenan los conformistas a seguir siendo infelices; así es como se programan los robots, se silencias las revoluciones. Todos tenemos el derecho y el deber de buscar la felicidad sin paliativos y de la manera más extensa de la palabra. Si en esa búsqueda consigo incluir mucho, mejor. Así no solo encuentro si no que descubro.

Suéñate feliz. Recuerda todos los sitios que quedan por visitar, los amaneceres por vivir, la juergas por correrte y la música que vendrá para alegrar cada momento. No pienses que siempre será así, porque siempre es algo inexistente. Todo cambia. Para sentirte feliz es tan sencillo como sentarte a llorar y levantarte después para seguir caminando menos pesado. Es tan sencillo como sentirte querido y, si no lo sientes, si sufres por eso, me da igual quién seas. Yo te quiero, por que estamos más cerca de lo que piensas. Los dos necesitamos amor, simplemente, amor, sin género, ni número, ni edad.

Haz todo lo necesario para continuar luchando y no te lamentes por hacerlo. La lucha te puede llevar a ser un maestro en el arte de la guerra interior. Recuerda lo que escribió Borges: felices los felices. Lo demás, que venga, que lo estamos esperando.

martes, 4 de diciembre de 2007

Desde la locura

A veces llegan cartas del cielo y te abren un poquito esa parte consciente que se emociona, que no tiene edad y siempre supo apreciar lo bello, provenga de dónde provenga. El medio es indefinido. Puede ser una frase que leas y te descubra algo de ti o un mensaje, igual para todos, pero preciosamente diferente para el que lo recibe a tiempo.

Puedes estar andando por la calle absorto en lo que piensas, cargadito de problemas y descubrir algo más importante que te hace sentir mejor y más fuerte. Un solo detalle puede modificar la mayor de las tristezas y provocar un estallido de luz en las neuronas, cansadas del tedio de la rutina. Un pensamiento en medio de la noche que alguien, sin saberlo, nos envía provoca que la escritura automática de tu inconsciente reclame que la tinta no caiga en la enumeración de datos, sino que implora belleza como necesidad de supervivencia, cómo cicatrizante, como grito desesperado que libera.

Para no transitar en un baño de cuerpos, para suspender el alma en el nirvana de la iluminación momentánea, para no recurrir a la religión ni a la interpretación de las señales... Todo está dentro de mi mente y fuera recibo llamadas a los distintos hemisferios que me sustenta, golpes a la razón que estructura desde lo más tangible a nuestra propia parte líquida.

Quizá el cuerpo cree su propio sonido, el latir del corazón, el paso de la sangre, la glándulas segregando. Quizá la suma de nuestro propio mapa sonoro cree una melodía en consonancia con el universo. Quizá los colores más bellos los crean la neuronas al excitarse. Quizá los secretos de nuestra existencia se escondan en el núcleo de las neuronas, de las células, de los planetas, del Sol.

Desde el brillo de la Supernova, al púlsar que recorre el espacio, no existe el tamaño, todo está disgregado y unido a la vez. Quizá la gravedad sea sólo una forma de amor de la tierra que nos mantiene unidos para no perdernos. Quizá nuestros pensamientos positivos iluminen una zona desconocida y lleguen de nuevo a nosotros vestidos de cartas del cielo.

lunes, 3 de diciembre de 2007

Incluso en estos tiempos

Hay promesas de paso, luces de colores que tiñen tu vida durante un tiempo y luego desaparecen para no regresar. Desgraciadamente, eso no ocurre con las luces navideñas que cada año encienden antes. Hay libros que revelan maldiciones, desastres futuros, el tan ansiado holocausto. Hoy, incluso en este momento, un grupo de visionarios se refugia en una cueva junto al Volga con cuatro toneladas de comida esperando que llegue el fin del mundo. La verdad es que si tuviera el menor resquicio de duda al respecto, lo que jamás haría es encerrarme para morir con un bote de Nocilla y sin pan de molde cerca.

Pero yo no dudo que caminamos hacia el fin, ya sea porque un loco de esos que nos sobran en el poder quiera probar el alcance de los nuevos misiles en el nombre de su dios, o de su dinero, o simplemente por el desgaste de millones de habitantes mirando su pijo y destrozando, fabricando, emitiendo y devastando.

Tampoco dudo en mi propio fin que se me asemeja al fin de los tiempos, por lo menos en lo que me concierne.

Y hablando de tiempo y fines, esta mañana me levanté en Lavapiés, donde malvive trapicheando uno de los tres reyes magos y acabé en medio de una niebla londinense delante del edificio, cárcel voluntaria, dónde trabajo. De nuevo, un atentado horrible durante el fin de semana, el centro atestado de peña comprando y esa sensación extraña que me produce la avalancha humana cuando cada año te sientes menos identificado con las fiestas populares y más con las de dos que, ocasionalmente, me regalan los dioses. Menos con la sociedad y más con la jungla.

No quiero hacer balance del año, primero por que casi me queda un mes por vivir y aguantar la náusea de los villancicos cantados con voz de eunuco, las mesas repletas de animales muertos, el precio de los regalos por las nubes… Y teniendo en cuenta a la ostia que se producen las cosas en mi vida, un mes puede ser mucho para cantar victoria. Además, prefiero terminarlo con una fiesta en el sitio que sea, alzaré mi copa por el final del 2007, uno de los mejores brindis que me depara este año, que llamaré Terribilis por toda la bilis que me ocasionó. Me queda un mes para mandarte a tomar por el culo 2007.

Sé que puede ser peor. Eso ya lo he aprendido, pero igual funciona la probabilidad y de tanto puteo, cambia el sino y viene algo bueno. Igual el año que viene llega el ejército de ángeles del cielo y nos extermina por cabrones al ritmo de las trompetas del juicio final, tocando la melodía de los payasos de la tele: “había una vez...”

Voy a intentar escapar de todo esto y terminar el año de cualquier manera menos viendo a Ramonchu con el vestuario del conde Dracula despidiendo el año y memorizando el número de campanadas, no sea que volvamos a cagarla en el recuento de los cuartos más doce.

A mi nunca me sobraron uvas, no me faltó algo de oro en la copa, besé primero a un hombre, llevé un lazo y rosa y los gallumbos rojos nuevos. Visto lo visto, espero este año empezarlo follando al ritmo de las campanadas. No se si traerá buena o mala suerte, pero seguro que es más divertido.

¡Hale! ¡A beber más que los peces en el río!