Me he pasado la vida entera siendo tu sombra, persiguiendo un sueño que apenas comprendí en su momento y cuando quise apresarlo se torno imposible.
Buscando señales, amaneceres, dando importancia a lo importante, hablando demasiado, queriendo a mucha gente, a veces más que a mi mismo.
Tocando fondo, emborronando papeles, primero con canciones y luego con letras de supervivencia, como este blog.
Aprendiendo como soy, girando en círculos concéntricos, conociendo a hostias el mapa del laberinto.
Intentando encontrar un ritmo para mi tambor, para mi alma.
Soñando con una dama de cuento que me rescataría del terrible temporal que me persigue a medio camino entre la soledad y la locura.
Amontonando años con recetas de cocina, canciones y recuerdos.
Despidiendo mucho y recibiendo a pocos, siempre rodeado de mujeres, y la vez muy sólo, siempre enamorado y la vez muy sólo.
Reinventando palabras y encantamientos para que venga el amor, la alegría. Sacando fuerzas de putadas.
Contando olas.
Sobreviviendo a naufragios.
Corriendo a todas partes, en ciudades muy grandes dónde me sentí siempre muy pequeño, sin nada en el bolsillo, saltándome cualquier regla preestablecida, cualquier imposición que no fuera personal.
Acompañando a las puertas de la muerte a personas y animales que amé mucho y sentí que al apagarse su vida encendían una luz al otro lado y en mi alma y se llevaban un trozo de mi que jamás regresó: es el precio de la supervivencia.
Intentando conciliar al Italiano, el madrileño y el andaluz que llevo dentro.
Añorando a amigos que siempre estuvieron lejos y disfrutando de los que tengo cerca.
Paliando el insomnio con cualquier libro interesante que llegase a mis manos. Rompiendo el silencio con música, muchas noches si no la escucho no me encuentro.
Pensando que un Dios antiguo me acompaña, pese a sentirlo en muy pocas ocasiones. Me arrodillé ante los altares y en todo tipo de templos de las creencias más dispares para darme cuenta de que lo más cerca de lo divino es delante del mar estrellado.
Adorando a mi madre, comiendo pasta, bebiendo cerveza, bailando como un poseído, soñando con el sur y el mar, intentando minimizar el daño directo y colateral que pudiera infringir a los que rodean, hablando de frente y de corazón.
Anteponiendo el amor al sexo, los deberes a los placeres, pagando la cuenta y partiéndome la cara si en justicia la situación lo requería.
Y todo, para darme cuenta de que hay gente que sólo sabe que no sabe nada y otros que, como yo, más que saber, no tenemos ni puta idea, pero seguimos bailando.
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