Existe un tiempo indefinido, el que anuncia algo grande, el que vaticina que Samsara la rueda de la vida, está apunto de girar completamente. Es la paz que precede a la batalla, es el instante anterior al amanecer, cuando todo parece suspendido en el aire, cuando crees que no está ocurriendo nada, que seguirás siempre igual, que estás condenado a la oscuridad y el silencio... Y, entonces...
Comienza a sonar la orquesta. Al principio levemente. Entran los violines y casi no los escuchas, pero dentro, esa parte que aún cree que los sueños se pueden realizar, te advierte de que algo está pasando. Aumenta el sonido, el firmamento cambia de color: al principio el negro azul se torna grisáceo, luego eléctrico, violáceo, dejan de verse con nitidez las estrellas, porque ya no necesitas señales pequeñas para iluminar un camino que deja de ser oscuro.
Se añaden nuevos instrumentos a los violines: violas, violonchelos y contrabajos, la familia completa de cuerdas. Todo se sostiene y atisbas a entender la dirección del sendero andado. Distingues los pájaros trazando en el cielo caminos invisibles. La luz aumenta y ya no sientes frío en tus pies descalzos sobre la arena.
Poco a poco, el morado da paso al rojo. Entonces, el viento metal, trompas, cornetas, tubas… hacen que recuperes la fuerza, que se diluya la tristeza y te sientas pequeño ante el milagro de lo que ocurre y grande por participar de él. Irrumpe el coro. Las voces se mezclan con los anteriores sonidos y te das cuenta de que no estás solo, que la playa está llena de hombres y mujeres de todas partes que, como tu, llegaron al mismo momento de paz y comprensión. Alargas tu mano y encuentras otra que la recoge. Aumenta el ritmo, entra la percusión y todo adquiere velocidad. Los tambores retumban fuera y dentro de ti. Percibes que la caja de resonancia es tu alma, que despierta ante una llama de fuego que convierte al rojo en naranja, al naranja en amarillo y un circulo incandescente ilumina un firmamento lleno de matices de colores, de luz. Escuchas la orquesta al completo vibrando.
Las lágrimas limpian tus ojos cansados, sientes una emoción que creías perdida en la infancia y por fin comprendes por un instante que formas parte de la naturaleza, de los animales. del sonido, del viento, del color, de los que te acompañan, del mar, del sol, del universo y arrodillado en la orilla de un mundo despierto das las gracias y prosigues tu camino con el fuego del amanecer en ti.
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