viernes, 24 de agosto de 2007

Gritar Colores


Imagina que andas por las calles del Paris de 1900. No es tan diferente al actual, quitando los grandes neones, las pantallas digitales y, restando la densidad del tráfico, no es dificil acerse una idea. Delante de un bar del centro hay un hombre en el suelo tirado, apesta a alcohol y no deja de toser, le cuesta tenerse en pie por la fuerte fiebre que le aqueja, su cara desdibujada es una sombra de lo que fue: un joven atractívo, incluso guapo. De vez en cuando escupe sangre, no le quedan casi fuerzas, le preguntas cómo se llama y un hilo de voz cortada por los continuos accesos te responde "Amadeo, pero todos me conocen como Modi, Modigliani.

En el mini salon de mi casa tengo una réplica de uno de sus desnudos. Es totalmente sensual, seguramente más que la modelo, de trazo directo, rápido y magistral, a medio camino entre el cubismo y la delicadeza oriental de Utamaru, el color impresionista de Cezanne y el dibujo limpio y minimalista de Lautrec. Es único, apasionado,,. miro la mujer tumbada, que me observa desde el trance de lo irreal y la voluptuosidad de su cuerpo desnudado, que no desnudo. Ella es la suma de todas las mujeres que amé, se rije por la ley del deseo y cuando quiero apresarla se vuelve a convertir en el color y forma de la superficie plana de una tela.

Modigliani sintetizó en sí mismo la explosión de movimientos y estilos pictóricos de su época. Dicen que pintaba el alma, pero yo creo que, en realidad, retrataba la suya, el espejo. Destrozado por la pobreza que sufrió desde la infancia y desplazado por la tuberculosis del polvoriento mundo de la escultura que siempre adoró, no supo conciliar la bestia que le convirtión en un drogadicto y un alcólico, con el genio que siempre fue. Quizá la sociedad clasista e hipocrita de su época, sumada la tendencia izquierdista de un joven pintor loco, enfermo y follador, le convirtieron en un paria.
La continua búsqueda del amor, el fácil aceso al sexo, su adición al hashis, el alcohol y el dragón del opio, las inconsciencia atroz para con lo que le rodeaba y la falta de comprensión de lo formal, fueron parte del mito de un artista que, como demostró el tiempo, es uno de los grandes.

Así es como actúa nuestra sociedad, deja morir en la miseria y la locura a sus genios, los castra a base de censura y ostracismo y ensalza en el altar de la historia a los especuladores, a los falsos mitos, como el Picasso que supo venderse por encima de todo, incluso, de su execrable obra. Gana el especulador y perdemos todos, termina el sexo apasionado con Beatrice Hastings y queda la paja fría y mecánica de Las señoritas de Aviñón. Cambiamos colores por billetes, pasión por consoladores galácticos, poetas por políticos, sinfonías por canciones...

Paris,1917. Galería Berthe Weil. Un grupo de mercenarios del Estado censura la mejor exposición de desnudos de la Historia. La califican de inmoral. Así, muere el artista y empieza el mito.

1 comentario:

nadie dijo...

Amo a modi

Saludos!