Por el 39 cumpleaños de un viejo amigo, rompimos el silencio de la inestable tarde de domingo con un grupo medio improvisado: tambores, guitarras, bajo, trompeta, teclado percusión tradicional y tribal todo mezclado con mucha energía positiva. Gracias...
Dejo atrás un invierno de renacimiento. En el último año mudé de piel en más ocasiones que en los cuatro anteriores. Ya no se si soy el fruto de todo lo que leí, imaginé, soñé o simplemente decidí. Una parte de mi, la que guarda la memoria, cree que viví muchas vidas. El resultado quizá sea esta forma de ver lo que me ocurre a través del agujero de la cerradura de mi locura.
La cordura, si es que a estas alturas me queda algo, la gasté en aceptar que te marchaste y seguramente no volveré a verte en mi vida. Y si así fuera, estoy convencido de que ya no reconocería a la persona que amé y sí a la extraña que un día muy lluvioso se quedó en Barajas con mucho equipaje y un montón de sueños. Hace más de un año que pasó y en ocasiones me descubro con tu fotografía en mi cabeza y escribiendo sobre ti como ahora.
La cordura la dejo a cargo del robot y su mantenimiento, del aprendizaje y el cumplimiento, del sistema horario, los compromisos y las fechas que acierto a recordar. y ya taaaaaaaaaa
El resto del espacio que me define poco tiene que ver con el convencionalismo del superviviente y está mucho más cerca del naufrago que, encerrado en su isla, apaga el fuego cuando pasa un barco cercano para no tener que regresar nunca a la civilización, que con los años detesto. Estoy apretando el paso para empezar a despertar, cada vez comprendo menos y experimento más; incluso rozo fogonazos de otra realidad, que después desaparece para dar paso a la ilusión de lo cotidiano. Me siento fuerte y desnudo y me abrazo a la primavera porque necesito que la vida entre de nuevo en mi y me insufle la energía que gasté en superar el invierno, el frío y la oscuridad de un lado de la cama vacío y otro, el mío, insomne; los amores que no son y lo parecen; las promesas que una vez realizadas ni siquiera se recuerdan, y ese saco de mal rollo que te cae encima cuando ves a tus personas cercanas sufrir y actuar de una forma que no entiendes.
Encuentre la paz que no tengo para dársela a los que lo necesitan No busco la gloria ni la fortuna, simplemente el silencio del que es feliz y pasa desapercibido.
lunes, 31 de marzo de 2008
lunes, 24 de marzo de 2008
Te regalo una venda. Tapa los ojos, sirve para que no veas nada de ti mismo y mucho del resto. Dónde me lleva la intuición, porque cuando miro a los demás podría imaginar que reconozco el siguiente paso y el mapa futurible con matices o fogonazos de realidad y ante mí siquiera distingo el presente del espejo.
Creo que ya he llegado al punto en el que miro la brújula y la flecha siempre me señala, como esperando una orientación, una coordenada que desconozco. Ni siquiera marca el norte, del que una parte de mis genes proceden; ni siquiera el sur, que una parte de mi alma anhela, sólo a mi con el mismo interrogante compartido.
Es bonito llegar a los 35 y sentir que estás a cero con la vida, que caducaron tus sueños, no porque tengan fecha, sino porque ya te da igual conseguirlos, y sabes que cuando hay más camino por recorrer -para regresar a una ciudad en ruinas siempre hay tiempo-, tiras pa’lante, te dejas llevar, escuchas para aprender y te descubres desnudo mirando al cielo y esperando que en medio de camino de la vida encuentres la senda que te lleve a la felicidad. A lo lejos descubres que, cuando abandonas tu esperanza, no entras en el infierno de Dante sino que estás más cerca de esa parte de ti que es más real que tú mismo. Llamo al arquero, al guía que entre las nubes marca la dirección, el tarot que me corresponde. A Ochosi el cazador, San Norberto.
Ochosi Odemata, onibere
Edé Kruese Olebure
Atamasilé Obeki (Agó)
Canto a Ochosi
Ochosi ayi loda alamala dé.
chambe iloro o de made ké oké
agolona, o de made, o de made
oké, oké.
Creo que ya he llegado al punto en el que miro la brújula y la flecha siempre me señala, como esperando una orientación, una coordenada que desconozco. Ni siquiera marca el norte, del que una parte de mis genes proceden; ni siquiera el sur, que una parte de mi alma anhela, sólo a mi con el mismo interrogante compartido.
Es bonito llegar a los 35 y sentir que estás a cero con la vida, que caducaron tus sueños, no porque tengan fecha, sino porque ya te da igual conseguirlos, y sabes que cuando hay más camino por recorrer -para regresar a una ciudad en ruinas siempre hay tiempo-, tiras pa’lante, te dejas llevar, escuchas para aprender y te descubres desnudo mirando al cielo y esperando que en medio de camino de la vida encuentres la senda que te lleve a la felicidad. A lo lejos descubres que, cuando abandonas tu esperanza, no entras en el infierno de Dante sino que estás más cerca de esa parte de ti que es más real que tú mismo. Llamo al arquero, al guía que entre las nubes marca la dirección, el tarot que me corresponde. A Ochosi el cazador, San Norberto.
Ochosi Odemata, onibere
Edé Kruese Olebure
Atamasilé Obeki (Agó)
Canto a Ochosi
Ochosi ayi loda alamala dé.
chambe iloro o de made ké oké
agolona, o de made, o de made
oké, oké.
viernes, 7 de marzo de 2008
Escribo
Escribo para sobrevivir, porque me sustenta la ilusión de que la palabra es más fuerte que la violencia, y porque busco encontrar un punto de equilibrio en un mundo en perpetuo movimiento. Escribo para interpretar todo lo que siento a raudales, matar los fantasmas que se me aparecen en cualquier momento vestidos de recuerdo. Escribo, porque creo en la fuerza de lo impreso, que no entiende de tiempo y puede encender una luz, o compartir un sentimiento a todo aquel que necesita consuelo, desde el momento que sale de mis manos al futuro escondido en las estrellas. Escribo, porque es la forma que tengo de hilar mis experiencias, de soñar con amaneceres, de plantar la semilla de la felicidad y dejar que germine. Escribo, porque para mí es mucho más real lo escrito que el instante pasajero. Escribo cuando añoro, cuando amo y cuando no entiendo. Y a veces -sólo a veces- escribo cuando en medio de la soledad imagino que alguien desconocido que quiero está a mi lado y me escucha. Escribo, porque soy imperfecto, porque me faltan muchas palabras para completarme, porque busco la frase que infunda valor a mi espíritu. Escribo, porque entre tantos carácteres y signos se esconde una parte de mi alma que sigo conociendo. Escribo, para pintar un mural de esperanza entre el mar y el asfalto, entre el cielo y el desierto.
lunes, 3 de marzo de 2008
Crónica de un "FINDE"
Me pierdo entre los colores. Los claroscuros, las luces y los negros contrastes. Me cuesta interpretar, hilar las experiencias, se supone que yo les doy el sentido pero, por lo general, las añado dependiendo de su intensidad y espero que con el tiempo ocupen su lugar en mi.
Inauguraba el fin de semana una batalla campal en Tirso de Molina. Una manifestación fascista permitida delante de la sede de la CNT, un grupo de antifascistas a la carga, la policía disparando bolas, mucho ruido y humo… parece que las elecciones necesitan circo.
El sábado, más lucha. Una manifestación a favor de la caza y sus supuestos derechos; quieren seguir disparando plomo pese a que en el resto de Europa está prohibido y está demostrado que contamina y destruye el medio ambiente en zonas húmedas. Su discurso es el de siempre. Me encanta ver cómo un paleto habla de la actividad cinegética y se manifiesta para seguir matando con plomo, que es más barato que otra munición menos perniciosa para el medio. Un grupo animalista en contra de esos bastardos termina bautizado a hostias y mi hermano aparece en la tele haciendo declaraciones del incidente.
Ayer me bañé de sol, amistad y cerveza en La Latina. Despierta la primavera en Madrid y ya no me levanto con la sensación de tener que sobre vivir a un día más de invierno.
Luego, y con más amigos, visité el templo Hare Krisna, en el que salté tocando el tambor, bailando y rezando dos horas de felicidad. Es extraño pero, a priori, esta práctica de entender el contacto con Dios a través de cantar y bailar es una bonita experiencia de paz totalmente recomendable para todo aquel que parta de un pensamiento abierto, sin premisas chungas que le impidan dejarse llevar un poquito. El vuelo me llevó a la casa encendida en la que sumergido en el futuro digital. Luces, humo y música creaban espacios de psicodelia muy parecidos a los que tiene que ser la nave nodriza de fiesta.
Antes, un oriental hacía bailar arandelas y varitas de metal al sonido de una honda, proyectando el movimiento en una pantalla gigante a modo de un circo de pulgas cibernéticas. ¿Dónde encajo todo? Lo averiguaré.
Últimamente, me despierto con tu nombre en mi boca. Me da miedo porque la situación y las neuronas me dicen que cambie dirección. No sólo te deseo, simplemente empiezo a quererte y siempre que suena ese redoble acabo en la horca. Me da miedo sentir, al marcharte, que tengo más ganas de estar contigo, que me encantaría otra conversación, algo de tiempo, mientras se difumina tu sobra en el asfalto. Y adivino, a lo lejos, un resplandor de algo parecido al mar.
Empieza el lunes, corre...
Inauguraba el fin de semana una batalla campal en Tirso de Molina. Una manifestación fascista permitida delante de la sede de la CNT, un grupo de antifascistas a la carga, la policía disparando bolas, mucho ruido y humo… parece que las elecciones necesitan circo.
El sábado, más lucha. Una manifestación a favor de la caza y sus supuestos derechos; quieren seguir disparando plomo pese a que en el resto de Europa está prohibido y está demostrado que contamina y destruye el medio ambiente en zonas húmedas. Su discurso es el de siempre. Me encanta ver cómo un paleto habla de la actividad cinegética y se manifiesta para seguir matando con plomo, que es más barato que otra munición menos perniciosa para el medio. Un grupo animalista en contra de esos bastardos termina bautizado a hostias y mi hermano aparece en la tele haciendo declaraciones del incidente.
Ayer me bañé de sol, amistad y cerveza en La Latina. Despierta la primavera en Madrid y ya no me levanto con la sensación de tener que sobre vivir a un día más de invierno.
Luego, y con más amigos, visité el templo Hare Krisna, en el que salté tocando el tambor, bailando y rezando dos horas de felicidad. Es extraño pero, a priori, esta práctica de entender el contacto con Dios a través de cantar y bailar es una bonita experiencia de paz totalmente recomendable para todo aquel que parta de un pensamiento abierto, sin premisas chungas que le impidan dejarse llevar un poquito. El vuelo me llevó a la casa encendida en la que sumergido en el futuro digital. Luces, humo y música creaban espacios de psicodelia muy parecidos a los que tiene que ser la nave nodriza de fiesta.
Antes, un oriental hacía bailar arandelas y varitas de metal al sonido de una honda, proyectando el movimiento en una pantalla gigante a modo de un circo de pulgas cibernéticas. ¿Dónde encajo todo? Lo averiguaré.
Últimamente, me despierto con tu nombre en mi boca. Me da miedo porque la situación y las neuronas me dicen que cambie dirección. No sólo te deseo, simplemente empiezo a quererte y siempre que suena ese redoble acabo en la horca. Me da miedo sentir, al marcharte, que tengo más ganas de estar contigo, que me encantaría otra conversación, algo de tiempo, mientras se difumina tu sobra en el asfalto. Y adivino, a lo lejos, un resplandor de algo parecido al mar.
Empieza el lunes, corre...
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