Desnúdate, que es tarde para seguir parapetados. Desnúdate y sal del escondite en el que tiemblas. Sé que es complicado y que a corazón abierto todo duele y emociona más, si cabe. Desnudo todo se detiene. Estás tu y el resto, tu y esa parte escondida que rezabas para que apareciera, respirando fuerte, delante de ti y, a veces, delante de la sombra.
Desnúdate y abraza la vida. Abre los ojos que, desgraciadamente, están poco acostumbrados a la luz. Olvida las cicatrices que te hirieron y las marcas que dejó en tu cuerpo la armadura, después de tanto tiempo de cargar, corriendo de un lado a otro con el pesado acero protegiéndote de todo, menos de ti mismo. Desnúdate, corazón, y olvida el miedo de metal. Sufrir es parte del viaje, de esta estación.
Para poner en su sitio el mundo y poder amar, simplemente, amar, y sentarte en la orilla de los que celebran la vida, gane o pierda. Ya da igual, no puedo seguir escondiéndote para que no sientas; no puedo cerrar los ojos y dejar que pase para sentirme seguro; no puedo renunciar a vivir con el corazón porque sufrí la tormenta y convertir la estrella en fugaz cometa.
Desnúdate mi corazón... Pero nunca te regales.
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